martes, 23 de noviembre de 2010

Carlos Edmundo de Ory: el postismo


Carlos Edmundo de Ory falleció a los 87 años el pasado 11 de noviembre. Ory, junto a Chicharro y Silvano Sernesi fueron los creadores de uno de los más desconocidos ismos literarios “el postimo”. Movimiento literario que intentó renovar la cultura decadentista de la posguerra y convertirla en un nuevo caudal de arte y de posibilidad creadora que enlazase con la modernidad europea y la visión revisionista de la estética surrealista reaccionando así contra la poesía oficial del momento.

Según el primer manifiesto postista, este ismo se define como “el resultado de un movimiento profundo y semiconfuso de resortes del subconsciente tocados por nosotros en sincronía directa o indirecta (memoria) con elementos sensoriales del mundo exterior, cuya función o ejercicio la imaginación, exaltada automáticamente, pero siempre con alegría queda captada para proporcionar la sensación de la belleza o la belleza misma, contenida en normas técnicas rígidamente controladas y de índole tal que ninguna clase de prejuicios o miramientos cívicos, históricos o académicos puedan cohibir el impulso imaginativo.”


Los postistas creen que la poesía lo mismo nace de la idea que del sonido, de la imagen plástica que de la palabra, y de que la palabra, manejada sabiamente, adquiere valores insospechables aún no estudiados. Creen que el ritmo es inexcusable en las formas musicales, plásticas y poéticas y que uno de los ejercicios puros en poesía es “el metro con su hermana la rima”. Tratarán de seleccionar los elementos que tienen a su alcance, dándoles una razón plástica o cambiando en ellos características que puedan ser comunes a otros objetos para conferirles un poder expresivo nuevo dentro de la verdadera composición. Esto supondría la liberación de la palabra a través de la lógica del absurdo.

Un claro ejemplo de esta nueva poética lo encontramos en los poemas de Carlos Edmundo de Ory como en Soneto Paranoico:

Solo en el mundo con mi media oreja
y una cortada flor en el semblante
bajo a la mina honda del diamante
que no tiene raíz ni tiene reja.

Mas como soy del odio tenue abeja
manada de algún duende nigromante
peinaré de mi espalda el monte amante
y con heces de concha de la almeja.

Mi paranoia de lolao y Averno
¡hola pato de oro hola marea
donde la mar merece su medusa!...

Y creo que de cebra tengo un cuerno
y de llama una pata panacea
que se gasta en mi alma y que se usa.

Madrid, 1945

El movimiento no gozó de gran simpatía y no se tomó en serio por la crítica de aquel momento; sin embargo algunos jóvenes escritores se convirtieron en abanderados del nuevo movimiento literario y los defendían en las revistas a capa y espada, como por ejemplo Aldecoa que hizo “cómplice y paladín del magnífico engendro” y dedicó el siguiente poema, con el concluyo esta entrada, a Carlos Edmundo de Ory.

SONETO A LOS AMIGOS

¿Qué hay luciérnaga vieja, qué hay canoro!
¿Qué no hay desmedido entre elefante,
entre rijoso can y espeluznante
cisne mohoso y baobab sonoro?

¿Quién te ha roto el ombligo y en qué poro
de tu Himalaya te guardaste amante?
Quién te ha dado la hormiga y el sextante
para medir tu verso y tu tesoro?

Entonces... ¿qué haces ahí, junto a la esquina,
tan dulce, al mismo tiempo tan callado,
que un jardín te ha brotado entre los labios?

Estás sentado sobre tu honda mina
como un buda dormido en lo ignorado,
como un hombre sin pan, como los sabios.

Ignacio Aldecoa, Todavía la vida. 1947

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