domingo, 20 de abril de 2014

Ana Rodríguez Fischer: El poeta y el pintor

“La Antigüedad por si misma no basta, y no hay que reverenciarla si ha quedado reducida a simple objeto arqueológico. Lo que debemos hacer es traerla al presente y sólo si es capaz de expresar el mundo nuevo tendrá sentido recurrir a ella.”

Ana Rodríguez Fischer en El poeta y el pintor se traslada al Toledo de 1609  para reproducir un ficticio encuentro entre Góngora y el Greco y reproducir la supuesta conversación que mantuvieron en la que se reflexiona, como muy bien apunta Gustavo Martín Garzo, sobre “la necesidad del arte como búsqueda de conocimiento, como reivindicación del misterio y la belleza.” Pero esa conversación, que supuestamente hace que Góngora no vuelva a ser el mismo y busque a partir de entonces “ese punto de vista inesperado que tiene el poder de descubrir la esencia de las cosas: su oculta verdad”, podría extrapolarse  al presente como reflexión sobre el inmovilismo de la  sociedad actual que  busca en la cultura “ver lo mismo: obras rectas y sanas y juiciosas, lugares comunes servidos en moldes usados. ¡La maldita facilidad que tanto le gusta al vulgo!” Un falta de esfuerzo que “ignora que la perfección no está encaminada a que se gane reputación”; sino que a través “de la contradicción constante, de salirse del orden,  de desoír las viejas reglas” se podrá crear una obra que “nos sorprenda y nos conmueva. Hay que caminar por lo difícil, azuzar el ingenio y adentrarse en la oscuridad” para escapar del vulgaridad existente que nos rodea.


A través de la reproducción de unas situaciones y de un lenguaje que aportan verosimilitud al texto y nos retrotraen a la lecturas del siglo de oro, la novelista asturiana se acerca al pasado para hacerlo presente, para evidenciar que el “desentenderse de las dificultades del arte, cumplen con apariencias de las que el vulgo sabe y entiende” pero que las aspiraciones humanas deberían intentar salirse de los cánones establecidos, “de las trabas teóricas repetidas a ciegas durante siglos de obediencia”, deberían poder elegir entre la variedad para poder gozar de una personalidad propia.

 El poeta y el pintor a través de la recreación de olores, de sabores, de ambientes, y de “campos yermos que imprimen áridas ideas en la imaginación y destierran el deleite que hace tan breve y apacible cualquier camino aun por largo y fragoso que sea”, nos adentra  también en otro camino, largo y angosto, el de la reflexión sobre la finalidad y la necesidad del arte a través de la mirada y la palabra de dos artistas que se burlan de una España cada vez más trágica que, a pesar de los cuatrocientos cinco años que nos separan, se nos hace tan cercana. 

jueves, 30 de enero de 2014

"El mundo está todo aquí dentro".




Claridad máxima  y oscuridad nula, cóctel de longitudes de ondas, hecha de plomo, cinc, anularia, titanio, silicato de magnesio o nácar, procedente – quizá – de las Islas de Melos y Samos, se instala en la mirada de los habitantes de Ensayo sobre la ceguera.  Un “blanco lechoso” “resplandeciente, como el sol dentro de la niebla”  “que devora no sólo los colores, si no las propias cosas y los seres, haciéndolos así doblemente invisibles” escapa de su simbolismo para adentrarse en lo más oscuro de la condición humana.

José Saramago reflexiona sobre la condición humana a través de unos personajes que sobreviven en situaciones extremas después de sufrir una enfermedad llamada “mal blanco”. Todos los que padecían dicha enfermedad y también quienes con ellos “hubieran tenido contacto físico o proximidad directa, serian recogidos  y aislados, para evitar así ulteriores contagios, que de verificarse, se multiplicarían según lo que matemáticamente es costumbre denominar progresión geométrica,” en un manicomio abandonado.

Un microcosmos donde afloran los sentimientos más primitivos de la naturaleza humana, donde se evidencia que somos un animal más de la especie, donde la identidad personal se pierde porque ni siquiera se les ha ocurrido preguntarse el nombre. ¿Qué importancia tiene eso? “Ningún perro reconoce a otro perro por el nombre que le pusieron, identifica por el olor y por él se da a identificar”. Los ciegos de la novela de Saramago son “otra raza de perros” se conocen “por la manera de ladrar, lo demás, los rasgos de la cara, color de ojos, de la piel, del pelo, no cuenta, es como si nada de eso existiera”.

Pero si dura era la vida dentro de ese recinto, peor era vivir fuera de él. El miedo al contagio produciría el rechazo hacia los enfermos, convirtiéndolos en leprosos que andan dando tumbos por las calles.  La epidemia se extiende convirtiendo al mundo en el  reino “duro, cruel e implacable de los ciegos”, “sin retórica ni conmiseraciones donde el individualismo, la insolidaridad y la corrupción moral entre “otras grandezas” similares se convierten en los protagonistas de aquellos que lo habitan. 

  José Saramago nos muestra una imagen aterradora y conmovedora de los tiempos actuales, de las carencias de la sociedad occidental contemporánea. Para ello, abusa de la subordinación y de la puntuación, como signos de un estilo propio, marcando, así, el ritmo de la lectura. Los diálogos de los personajes se insertan en la narración y las complejas construcciones sintácticas, donde la oración se pierde para convertirse en un largo párrafo que puede alargarse en sucesivas páginas, se rompe sólo cuando se quiere destacar un cambio de tercio.  
 


El mundo convertido en un retorno a los orígenes más degradantes del hombre, donde todo es suciedad, despropósitos, rivalidad, envidia, frustración, donde florecen los instintos más primarios transformando lo humano en inhumano, lo existente en inexistente, donde uno se queda ciego de sentimientos y de conciencia, donde como se dice al final de la novela “no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”.

Silencios



Dos años de silencios mediáticos significa la muerte, siempre y cuando se considere que alguna vez existió la vida en este bloc. Hacerle un masaje cardiopulmonar en estos momentos para reanimarlo quizá sea una tarea absurda e innecesaria; no obstante aquí estoy nuevamente arropándome con calidas páginas de libros en una habitación con vistas al cielo. 

No sé hasta cuando latirá su corazón, pero mientras tenga un leve pulso opinará sobre todo lo que la filología engloba con la esperanza de que pueda parecer interesante; o simplemente para mantener viva una llama que nació oliendo a azahar,  en un claustro con un pequeño estanque donde habitan peces rojos rodeados de naranjos y magnolios.  


lunes, 17 de enero de 2011

Bohumil Hrabal: Una soledad demasiado ruidosa

Depues de unos días de silencio bloguero me a parecido interesante volver hablando de Una soledad demasiado ruidosa.


Los libros, la literatura y el pensamiento se pasean por las páginas de este libro cogidos de la mano de Goethe, Schelling, Leibinz, Hölderlin, Lao Tse, Erasmo de Rotterdam, Hedel, Aristóteles, Platón, Sócrates, Shopenhauer, Camus, Demóstenes, Schiller, Nietzche , Kant o Cervantes.

Hanta, protagonista de la historia, hace treinta y cinco años que trabaja en una trituradora prensando libros y reproducciones de cuadros, Lo que a primera vista parece un trabajo monótono es para él un gozoso modo de vivir. Su relación con los libros que destruye por trabajo y salva por pasión se podría clasificar de amorosa y el resultado de su trabajo haciendo paquetes liados con alambres se convierte en arte.

“Todas las balas resplandecían deslumbrantes, me sabía mal tener que entregarlas tan pronto, me hubiera gustado disfrutarlas más tiempo, ir devorando con los ojos aquel espectáculo de imágenes superpuestas como una escenografía teatral, con el coro cansino de las moscas como música de fondo”

La creación artística sirve de motor de una extraordinaria trama que a través de un ritmo avasallador de pausas y remolinos nos introduce en la cotidianidad fantástica y aguda del viejo prensador que cada vez está más sólo y se va encerrando más en su propio mundo, en un universo particular que flota ingrávido en su mente.

“Apoyado en el mostrador de la cervecería Negra bebo una cerveza y me digo, a partir de ahora estás solo, a solas, solitario, tú sólo te tendrás que divertir, chico, hacer comedia contigo mismo hasta que te abandones, a partir de ahora únicamente remolinearán círculos de melancolía: avanzando retrocedes, sí, ‘el progressus ad originem es el regressus ad futurum’, es lo mismo, y tu cerebro no es nada más que un paquete de ideas comprimidas en la prensa mecánica.”
Esta soledad compartida tan solo con las ratas que habitan en su lugar de trabajo y con libros desechados por sus propietarios, se pasea por las calles de una Praga habitada por seres inauditos, estrafalarios, originales, débiles, ingenuos, puros y a veces demasiado golpeados por la vida, pero que de alguna forma llegan a encontrar cierto encanto en ambientes tan adversos, dejando la certeza de que el alma humana sólo es bella cuando está tatuada por cicatrices.


El presandor de libros vive en un país que sabe leer y escribir desde “quince generaciones atrás”, vive en un “antiguo reino donde siempre ha persistido la costumbre y la obsesión de atiborrarse pacientemente la cabeza con ideas e imágenes que aportan un goce indescriptible y un dolor más grande aún”, vive “envuelto entre personas dispuestas a dar incluso la vida por un paquete de ideas bien prensadas”.

Cada anochecer se dirige a su casa después del trabajo inmerso en una profunda meditación y con varios libros salvados de morir en la prensa y de los cuales espera que le expliquen algo sobre si mismo. Los libros le enseñan y de ellos aprende que “el cielo no es humano en absoluto y que un hombre que piensa tampoco lo es, no porque no quiera, sino porque va contra el sentido común”. Entre líneas y con sarcasmos se nos plantea que leer es un conocimiento y también un extravío. Hanta dice “Soy culto a pesar de mi mismo y ya no sé qué ideas son mías, surgidas propiamente de mí, y cuáles he aprendido leyendo”.



B. Hrabal buscó el arte en la decadencia, la marginación, la dejadez, la derrota y en la miseria visual y verbal en la que el hombre había convertido al hombre. Ninguno de sus lectores puede resistirse a la magia de su narración en primera persona y al atractivo de estos quijotes de la cotidianidad, provenientes de las fábricas y las cervecerías. En Una soledad demasiado ruidosa se entretejen reflexiones sobre el significado de la creación artística, la inconsciente mirada hacia una seductora ciudad, la reminiscencia de una soledad existencial totalmente asumida y la constante exploración del universo literario.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La caperucita de Carmiña.

Después de un largo puente acompañado de las relecturas de algunos estudios sobre Ignacio Aldecoa, mi imaginación se ha trasladado a un Salamanca, que nunca visité, en el que el autor vitoriano conoce a Carme Martín Gaite. Esta relación fue calando con el paso del tiempo y cuando Carmiña se traslada a Madrid, Aldecoa le presentará a sus amigos y entre ellos encontrará a Rafael Sánchez Ferlosio, su futuro marido.


Buscando información sobre la autora salmantina, encontré que la editorial Violeta infantil dentro de su colección de biografías, tiene una que lleva por título Carmen Martín Gaite, a la aventura subida en una pluma. El texto va a cargo de Luis Antolín y no tiene nada de extraordinario, pero las ilustraciones del libro están realizadas por Juan Manuel Santomé y están realmente muy bien. (Por eso me he permitido la licencia de ilustrar esta entrada con algunas de ellas).

La historia publicada por Violeta infantil pretende dar a conocer la vida de Carmen Martín Gaite a los niños y empieza definiendo a la escritora como una hada en Nueva York, haciendo así un guiño a la novela Caperucita en Manhattan.

El cuento que Perrault publicó en 1695 que recogió de historias conocidas y antiguas, y que modificó para adaptarlo al gusto del público de aquel momento añadiéndole unos versos moralizantes, es recreado en la novela citada anteriormente por Carmen Martín Gaite. La escritora salmantina huye del clásico pero a la vez se basa en él (y en la versión de los hermanos Grimm) como armazón en su construcción: algunos motivos y algunas expresiones recordarán los puntos principales del argumento tradicional; eso sí, presentado con cierta distancia y con alegre humor.

Carmen Martín Gaite conoce a la perfección el clásico no sólo por su recuerdo de la niña que escucha cuentos tradicionales con pasión; sino también por su labor como traductora del francés los cuentos de Perrault y del inglés los cuentos de hadas victorianos.

La caperucita de Gaite se sitúa en Manhattan y tiene un nombre: Sara. A diferencia del clásico, el relato busca una realidad concreta y urbana. Se nombran los lugares y los personajes: estos se convierten en individuos con historia, con una biografía que los convierte en quienes son.
El bosque en esta ocasión es esa isla de Nueva York que tiene “forma de jamón” con un “pastel de espinacas” (Central Park); el lobo es un importante pastelero, dulce, goloso y rico; la abuela es una antigua cantante de music hall que fuma, bebe, toca foxes y blues al piano y a la que no le gusta ni ordenar la casa ni limpiarla, pero sí contar historias; y la madre de caperucita está atada a todas las convenciones y a los miedos más irrelevantes. Así pues, abuela y madre se convierten en dos modelos de feminidad para Sara: una vulgar y simple, su madre y otra atractiva y brillante, la abuela.

Frente a estos personajes aparecen otros que en el cuento tradicional no existen. Uno de ellos es Aurelio Roncali que es un señor que vivía con la abuela, que tiene una librería de viejo y al que Sara nunca llegó a ver: por eso tiene que inventarse a este personaje. Para ella la librería “Books Kingdon” era como un una casa en miniatura, llena de escaleras y habitada por enanos, un refugio literario, un universo a su medida. Lo misterioso, lo diferente es lo que provoca la imaginación y hace nacer historias, por eso Sara “prefería inventarse por su cuenta como era el país sobre el cual mandaba, ya que no la dejaban ir a verlo”. El otro personaje vital en la historia y que tampoco aparecen en la versión clásica del cuento es Miss Lunatic, una especie de vagabunda y de hada, un ser diferente y libre que cuenta historias y a la que le encanta que le cuenten cosas. Sus recuerdos la sitúan al límite entre la realidad y la ficción: dice vivir de día en la estatua de la Libertad, en “estado de letargo” y confiesa tener ciento setenta y cinco años, pues llegó a Nueva York el año en que trajeron la estatua desde Francia. En el encuentro de caperucita y Miss Lunatic se produce cuando Sara ha escapado de casa de sus padres y al verla le acechan todas las dudas y miedos y confiesa haberse salido del camino señalado puesto que esta viajando sola y sin permiso de nadie, se ha desviado de la ruta más corta y directa. Sin embargo el encuentro con este personaje significará para Sara el encuentro con un interlocutor que “nunca había encontrado un quehacer más importante que el escuchar historias”; y le ofrece la oportunidad de perder el miedo a la libertad y le revela el secreto que encierra la estatua neoyorquina “por a ver sido capaz de ver lo que otros no ven”. Este personaje alienta a Sara a que realice un paseo por Central Park porque “en los bosques se pensaba muy bien” y a no mirar nunca para atrás.

El encuentro con el lobo no sabemos cuando ocurrirá y la sorpresa y la intriga aparecen con fuerza y organizan el relato. El lobo llega poco a poco, se presenta de forma fragmentada, hasta que al final se produce. Mister Wolf había conocido en su juventud a Gloria Star y ahora tiene interés en llegar primero a casa de la abuela para conseguir la receta de la tarta de fresas. Pero a diferencia del cuento clásico, a la caperucita de Gaite también le interesa que llegue primero porque le había prometido a su abuela que le buscaría un novio. El viaje por caminos distintos del lobo y de Sara se realiza en limusina. Caperucita hará el trayecto más largo, el “de la diversidad, el de la curiosidad y el juego, el gratuito” como señala María Vicenta Hernández en un estudio de este cuento. Durante el trayecto hablará con el chofer, se dormirá y soñará…, cuando llega a casa de la abuela, tarde por supuesto, ve desde la rendija de la puerta casa como también hacía Alicia en el país de las maravillas, a la abuela bailando con Mister Wolf. Comiéndosela a base de seducción. Sara decide no entrar en casa y se lanza a un viaje en solitario, con la moneda que le dio Miss Lunantic en la mano y consultando el plano, hacia la libertad.

Como señala Hernández Álvarez, Carmen Martín Gaite “hace sufrir al cuento una metamorfosis en la que aparece la huella de su pensamiento. Parodia los lugares comunes y los clichés. Modifica los contextos y los motivos; invierte, suprime, desplaza o agranda; diluye el cuento tradicional en una novela, diseminándolo, fragmentándolo, pero también integrándolo de un modo nuevo. Y sobre todo, cuenta en el cuento su propia construcción; convierte por lo mismo en vano, en un pobre añadido, cualquier artículo crítico que tenga la intención de sugerir otra mirada desde el exterior.

martes, 23 de noviembre de 2010

Carlos Edmundo de Ory: el postismo


Carlos Edmundo de Ory falleció a los 87 años el pasado 11 de noviembre. Ory, junto a Chicharro y Silvano Sernesi fueron los creadores de uno de los más desconocidos ismos literarios “el postimo”. Movimiento literario que intentó renovar la cultura decadentista de la posguerra y convertirla en un nuevo caudal de arte y de posibilidad creadora que enlazase con la modernidad europea y la visión revisionista de la estética surrealista reaccionando así contra la poesía oficial del momento.

Según el primer manifiesto postista, este ismo se define como “el resultado de un movimiento profundo y semiconfuso de resortes del subconsciente tocados por nosotros en sincronía directa o indirecta (memoria) con elementos sensoriales del mundo exterior, cuya función o ejercicio la imaginación, exaltada automáticamente, pero siempre con alegría queda captada para proporcionar la sensación de la belleza o la belleza misma, contenida en normas técnicas rígidamente controladas y de índole tal que ninguna clase de prejuicios o miramientos cívicos, históricos o académicos puedan cohibir el impulso imaginativo.”


Los postistas creen que la poesía lo mismo nace de la idea que del sonido, de la imagen plástica que de la palabra, y de que la palabra, manejada sabiamente, adquiere valores insospechables aún no estudiados. Creen que el ritmo es inexcusable en las formas musicales, plásticas y poéticas y que uno de los ejercicios puros en poesía es “el metro con su hermana la rima”. Tratarán de seleccionar los elementos que tienen a su alcance, dándoles una razón plástica o cambiando en ellos características que puedan ser comunes a otros objetos para conferirles un poder expresivo nuevo dentro de la verdadera composición. Esto supondría la liberación de la palabra a través de la lógica del absurdo.

Un claro ejemplo de esta nueva poética lo encontramos en los poemas de Carlos Edmundo de Ory como en Soneto Paranoico:

Solo en el mundo con mi media oreja
y una cortada flor en el semblante
bajo a la mina honda del diamante
que no tiene raíz ni tiene reja.

Mas como soy del odio tenue abeja
manada de algún duende nigromante
peinaré de mi espalda el monte amante
y con heces de concha de la almeja.

Mi paranoia de lolao y Averno
¡hola pato de oro hola marea
donde la mar merece su medusa!...

Y creo que de cebra tengo un cuerno
y de llama una pata panacea
que se gasta en mi alma y que se usa.

Madrid, 1945

El movimiento no gozó de gran simpatía y no se tomó en serio por la crítica de aquel momento; sin embargo algunos jóvenes escritores se convirtieron en abanderados del nuevo movimiento literario y los defendían en las revistas a capa y espada, como por ejemplo Aldecoa que hizo “cómplice y paladín del magnífico engendro” y dedicó el siguiente poema, con el concluyo esta entrada, a Carlos Edmundo de Ory.

SONETO A LOS AMIGOS

¿Qué hay luciérnaga vieja, qué hay canoro!
¿Qué no hay desmedido entre elefante,
entre rijoso can y espeluznante
cisne mohoso y baobab sonoro?

¿Quién te ha roto el ombligo y en qué poro
de tu Himalaya te guardaste amante?
Quién te ha dado la hormiga y el sextante
para medir tu verso y tu tesoro?

Entonces... ¿qué haces ahí, junto a la esquina,
tan dulce, al mismo tiempo tan callado,
que un jardín te ha brotado entre los labios?

Estás sentado sobre tu honda mina
como un buda dormido en lo ignorado,
como un hombre sin pan, como los sabios.

Ignacio Aldecoa, Todavía la vida. 1947

lunes, 15 de noviembre de 2010

No te quieres enterar.... yé, yé yé yé!!!!

En El País del sábado 6 de noviembre aparece la noticia de que la RAE ha decidido introducir una serie de cambios en la ortografía del español cuyo contenido presentará el próximo 28 de noviembre en la feria del libro de México.

Las nuevas normas, según informa el diario, son una “obra razonada y exhaustiva de 800 páginas, simple, legible y coherente con los usos de los hablantes y las reglas gramaticales.” Se trata de una gramática que “legisla y orienta” y que se basa en cuatro pilares: el uso de los hablantes, las autoridades literarias, la evolución de la lengua y la coherencia gramatical.

Del artículo se desprende que el objetivo de estas nuevas normas es el de la unidad de la lengua en cuanto a su ortografía. El español tiene diferentes variedades léxicas y fónicas pero una única manera de escribir las palabras, así pues “coger” significan cosas diferentes en España o en Argentina, pero se escriben de la misma forma a cada orilla del atlántico.

En su empeño de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua ha decido cambiar los nombres de alguna letras y suprimir otras. Es el caso de la i griega que a partir de ahora se llamará “ye”, o de la uve doble que se conviertirá en doble uve, entre otros. Supongo que después de este importantísimo y trascendental cambio, los españoles preocupados por la lengua se sentirán como el del chiste: “Ya habíamos aprendido a llamarla fragoneta, y ahora van y la llaman manovolumen”.

Pero las novedades de la RAE no residen tan sólo en dar un nuevo nombre a las letras sino que además suprimen la grafía q cuando no va delante de e o i para designar el sonido /k/; así pues a partir de ahora hay que escribir cuórum, Irac, etc. Según dice el coordinador de la nueva ortografía esto responde a las “incongruencia con las reglas”.

Otra de las novedades es la supresión del acento en los demostrativos y en el adverbio solo porque, según la RAE, el contexto ya nos indica a qué nos refierimos. Así púes, utilizando los mismos ejemplos de diario El País, en “Dijo que esta mañana vendrá” y “Dijo que ésta mañana vendrá” o en “ Pasaré sólo este verano” y “Pasaré solo este verano” tendremos que llamar a la RAE en el caso que el contexto no nos dé la pista para saber si alguien vendrá mañana o bien vendrá hoy por la mañana; o si pasaremos solamente el verano en algún sitio o bien pasaremos todo el verano sin compañía.

Y yo después de pensar en estas nuevas normas me pregunto… ¿qué pasa con la “h”, o con las “g” y “j”, o con la “x” de México, donde presentarán la nueva ortografía?

La lengua es un organismo vivo que cambia constantemente gracias al contacto con otras lenguas y al uso de los hablantes y esto es lo que hace que su estudio sea interesante. Pero lo que realmente me asombra es que en estos momentos en los que los estudiantes cada vez escriben peor (ortográfica, léxica y gramaticalmente); en los que lo ha aparecido una nueva manera de escribir a través del correo electrónico y de los mensajes a través del teléfono móvil, la RAE esté preocupada en cosas tan importantes como llamar a la i griega, ye.